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El Enredo de las Redes. Un Análisis Crítico de M. Castells (página 2)




Enviado por Claudio Katz



Partes: 1, 2

Esta sustitución de la temporalidad de los
lugares por la atemporalidad de los flujos genera una "cultura de la
virtualidad real", abstraída de la geografía y de la
historia y
fundada en la nueva simbología de la
comunicación interactiva. En todos los planos de la
existencia humana la "sociedad
red" inagura otra
época.

TECNOLOGISMO

Castells toma en cuenta los variados significados del
término red, para colocar a este concepto en el
centro de su explicación de la sociedad actual. De Ernest
adopta la caracterización económica de la red, como
una "forma sui generis de organizar las transacciones". La red
establece nuevas formas de gestión
dentro de la firma, sustitutivas de los métodos
tayloristas y crea nuevos enlaces entre las empresas para la
fabricación, la comercialización y el diseño
de productos.
Esta acepción de la red permite explicar su papel en la
actividad interna de las grandes corporaciones mundializadas y su
función
conectora de las relaciones que establecen estas
compañías con sus clientes,
proveedores y
sub-contratistas.

De Bar y Borrus el autor toma el significado
tecnológico de la red. Estos especialistas describen
cómo las nuevas
tecnologías potencian el desarrollo de
las distintas redes informatizadas
(públicas, privadas, inteligentes, de distribución, de valor
añadido, Internet, Intranet,
etc). Esta aplicación del término red como
instrumento de la informatización es la más
utilizada en la actualidad.

Castells recurre puntualmente el término red para
describir las nuevas formas de organización económica, pero su
definición de los "nodos interconectados" proviene de la
visión tecnologista. Esta influencia moldea a su enfoque
con las pautas del determinismo tecnológico. No de
casuadlidad su caracterización de la época se
resume en el concepto "sociedad-red".

El trasplante de la noción "nodos
interconectados" al análisis social no pretende servir de
simple metáfora. Apunta a observar todo el funcionamiento
de la sociedad como equiparable a una red, que irradia
poder, se
vincula a través de "conmutadores" y genera enlaces
configuratorios de las relaciones sociales. Esta adopción
de un instrumento técnico como referencia de la interpretación social es el principal rasgo
y defecto del determinismo tecnológico.

Tradicionalmente el tecnologismo partía de
algún artefacto específico (máquinas,
ferrocariles, radios, automóviles, televisores, etc) y le
atribuía un papel definitorio de la cultura, los
comportamientos o la evolución de cada sociedad. La red es
elemento actualizado de esta misma visión. En la
trasposición simplemente se olvida que las redes conectan
a operadores financieros o comunican a las empresas con sus
proveedores, pero no definen nunca el tipo de relación que
establecen los distintos grupos humanos.
Los aparatos, instrumentos y mecanismos técnicos dependen
de procesos
sociales y no a la inversa, como creen los
tecnologistas.

Castells considera que al existir una interacción tan profunda entre tecnología y sociedad
resulta imposible establecer si el determinismo
tecnológico tiene primacía sobre el determinismo
social o viceversa. Opina que esta disyuntiva es un "falso
problema". Pero no puede soslayar este dilema, cuando formula su
interpretación de la sociedad en base al funcionamiento de
las redes. Su enfoque le asigna de hecho a los enlaces
técnicos una función determinante.

El determinismo tecnológico explica a
través de las redes aquellos fenómenos que el
determinismo histórico-social interpreta a través
de conceptos sociales como fuerzas productivas, relaciones de
producción, leyes del
capital y
confrontaciones de clase. Son dos
maneras radicalmente diferentes de abordar el análisis. O
se ve a la red como el concepto central, entendiendo que
transmite su "lógica
de interconexión" a los fenómenos
económico-sociales, o se observa a este elemento como un
simple instrumento de la tecnología, que a su vez depende
de los procesos sociales.

El determinismo histórico-social toma en cuenta
la gravitación de las redes, pero aclarando que
sólo inciden en los cambios operados en la sociedad, sin
definir el carácter ni el rumbo de estas
modificaciones. El único agente de transformación
social es el hombre, que
actúa en agrupamientos sociales y bajo ciertas
condiciones, límites y
posibilidades históricas .

INFORMACIONALISMO Y
VIRTUALISMO

Para Castells la red es el epicentro del capitalismo
actual porque a través de sus distintas ramas circula la
información. Como estima que la
producción de bienes pierde
relevancia en comparación al desarrollo del conocimiento,
considera que esta función de la red se torna decisiva.
Siguiendo la visión pos-industrialista de Bell , opina que
el aprovechamiento de los datos que se
organizan y comunican en la red es fundamental para el desarrollo
del conocimiento y la consiguiente determinación de la
evolución de la sociedad.

Pero Castells omite que la utilización de la
información y del conocimiento depende de sus
propietarios. Estos recursos no son
bienes públicos, ni gratuitos, ni están disponibles
para cualquier usuario. Tampoco se auto-generan, ni circulan
automáticamente. Lejos de ser irrelevante, la propiedad es
determinante del destino de la información y del
conocimiento. Su uso económico depende de las decisiones
que adoptan los propietarios de la redes, que son grandes
bancos o
corporaciones transnacionales. Por esta razón, el "poder
de la información" emana del poder del capital.

Castells recurre a una tautología cuando utiliza
el concepto "sociedad (o era) de la información". No
existieron ni existen "sociedades
des-informadas" . Cualquier estructura
social presupone alguna forma de procesamiento de los datos
elaborados a partir del trabajo
humano. La "era de la información" no representa ninguna
etapa histórica de la sociedad contemporánea.
Sólo ilustra la existencia de un nivel de comunicación básica entre los
hombres, que también podría denominarse la "era del
lenguaje".
Este tipo de categorías no definen ninguna fase precisa
del desarrollo
social. Para periodizar fases históricas hay que
recurrir a nociones como feudalismo,
capitalismo o socialismo, que
al conceptualizar formas de organización social permiten
también indicar cuales son los parámetros del uso
de la información y del conocimiento en cada momento
histórico. En una etapa en que el procesamiento de la
información se ha vuelto un fenómeno central del
funcionamiento del capitalismo, lo que se denomina "sociedad de
la información" es una sociedad de clases, dominada por la
burguesía y fundada en la propiedad privada de los
medios de
produccción.

Castells describe muy acertadamente en qué medida
la revolución tecnológica en curso
está influida por el papel de los nuevos aparatos, que
generan y retroalimentan la información con fines
productivos. Pero este análisis debería llevarlo a
notar que el centro de la transformación no está en
las redes, sino en la informatización de la
producción. Y que este proceso
está regulado por las normas del
capital, es decir, por la inversión, la acumulación y el
beneficio .

Castells reconoce la importancia de estos principios. Pero
considera que la lógica del capital ha quedado sometida a
la lógica de las redes, invirtiendo la causalidad de los
fenómenos. En realidad, la red informática tiene para el capitalismo
contemporáneo un significado equivalente al que tuvo la
red ferroviaria a mitad del siglo pasado y la red
eléctrica a fines de esa centuria. Un mismo principio de
valorización del capital definió la centralidad de
la velocidad, la
energía y la información en cada caso. La
"época" signada por estos impactos tecnológicos
puede denominarse del ferrocaril, la electicidad o la
información, siempre que se aclare que constituyen
aspectos del capitalismo librecambista, monopólico y
tardío, respectivamente.

Esta contextualización histórico-social
resulta indispensable para evitar que el deslumbramiento por las
redes se traduzca en "info-fetichismo". Cuando un elemento es
visto como gestor de la "sociedad-red", resulta difícil
recordar que constituye apenas un elemento técnico de la
dinámica del capitalismo.

Este olvido se refuerza en Castells por la
caracterización virtualista que propone de la red. A
diferencia de la red ferroviaria o eléctrica, los "nodos
interconectados" que transportan la información no son
presentados como innovaciones, cuyo impacto
económico-social es claramente observable y cuantificable.
Las redes son descriptas como un tejido inmaterial e intangible
de rol dominante, pero características vagas y
misteriosas. Este retrato de la red como un "laberinto"
exótico y mítico está muy difundido entre
algunos estudiosos de la "nueva economía virtual" .

Un enfoque virtualista muy semejante del concepto red ha
sido también desarrollado en la sociología de la ciencia y
la tecnología por la corriente constuctivista del
"actor-red" . Con el objetivo de
intentar un análisis más integrado de los
componentes sociales y técnicos que intervienen en la
innovación, esta escuela presenta
a la red como un elemento articulador de "los hombres con las
cosas", en el proceso de "construcción negociada de nuevos
artefactos". También aquí la red aparece como un
tentáculo coordinador y determinante de cualquier
práctica de los sujetos con los objetos.

El informacionalismo de Castells tiene muchos puntos en
común con diversos criterios virtualistas de
interpretación de la noción red. Y esta
coincidencia se observa nítidamente en su
caracterización de los rasgos económicos de la
"sociedad-red".

BANCOS Y
EMPRESAS

Para Castells existe una preeminencia del capital
especulativo que circula en las "redes financieras" sobre la
actividad productiva, que se desenvuelve a través de las
"empresas-red". Esta relevancia que le atribuye a la
"economía casino" en comparación a la
"economía real" proviene de su atención privilegiada a la red, puesto que
los "nodos interconectados" tienen una incidencia mucho
más visible e impactante en la esfera financiera que en la
órbita productiva.

Castells observa el frenético salto de capitales
de un pais a otro a partir de los enlaces creados por las
terminales bancarias, sin advertir la dependencia de este
fenómeno de la autonomización relativa del
capital-dinero de sus
bases productivas. Esta omisión refuerza la imagen
fantasmagórica, que el virtualismo presenta de la "red
financiera". El nuevo ámbito de circulación
internacionalizada del capital es descripto habitualmente como un
lugar gobernado por las fuerzas desconocidas que guían los
movimientos del "cyberespacio".

Este efecto hipnótico que genera la "red
financiera" internacionalizada impide notar que el descontrol
especulativo simplemente expresa un desplazamiento hacia las
finanzas de
los fondos que no encuentran suficiente lucratividad en la esfera
productiva. La circulación descontrolada de estos recursos
es un desequilibro de la acumulación, que no tiene ninguna
significación en sí mismo.

Pero además, al analizar el efecto de la red en
el plano productivo, Castells le otorga más importancia al
impacto técnico que a la raíz económica de
los cambios operados en la "economía informacional".
Retrata adecuadamente como la compañía trasnacional
actúa subordinando a proveedores y clientes, en torno a una
organización empresaria muy diferente al monopolio
tradicional. Pero el centro de su análisis es el
funcionamiento de las redes internas y externas que permiten esta
operatividad y no el cambio en la
forma de acumulación, que es acompañada por la
expansión de los nuevos enlaces.

El signficado de las redes informatizadas es en realidad
comparable a la gestión departamentalizada que
introdujeron las grandes empresas en las primeras décadas
del siglo . En ese momento se produjo una reestructuación
administrativa inspirada en los principios de coordinación aplicados al funcionamiento
del telégrafo y los ferrocariles. Esta renovación
de las formas de organización empresaria mediante la
aplicación de nuevas tecnologías es común en
ambos casos. Pero de la misma forma que resulta incorrecto hablar
del surgimiento de una "sociedad-management" en 1910-20, tampoco
se puede sostener que actualmente está emergiendo una
"sociedad-red". Las modalidades de gestión
acompañan la transformación en las formas de
acumulación y se adaptan a los cambios de las condiciones
de valorización del capital.

Este es el eje de interpretación del capitalismo,
que no puede comprenderse partiendo del estudio de la red en el
"modo de desarrollo informacional". Esta visión relativiza
la importancia de problemas
centrales como la recomposición parcial de la rentabilidad,
el aumento de la tasa de explotación, la expansión
de la inversión hacia las ramas privatizadas o el avance
de la acumulación en las regiones incorporadas plenamente
al capitalismo. En lugar de situar el nuevo papel de la
interconexión de las redes financieras y productivas en el
marco de estas transformaciones, se coloca a la propia red en el
centro del cambio actual.

Partiendo de este enfoque tampoco se puede captar las
formas actuales de la crisis. En el
modelo
explicativo de la red hay lugar para los desajustes (o
desperfectos), pero no para las contradicciones. La mirada
tecnologista no sirve para notar cuales son los choques y
conflictos
económico-sociales que genera la reorganización
capitalista. El carácter turbulento de esta
reestructuración, la retracción del poder
adquisitivo, la incierta evolución de la tasa de ganancia
de largo plazo y la multiplicación de las desigualdades
sociales, no encajan en la lógica de los "nodos que se
interconectan".

EL "CAPITAL
GLOBAL"

Castells focaliza también en la red el elemento
central de la
globalización. Considera que una "meta-red global del
capital" coloca bajo una estructura
común a los principales grupos financieros y
empresarios.

Aclara que esta mundialización no implica la
disolución de las economías nacionales, en la
medida que los mercados
domésticos continúan absorbiendo el grueso de la
producción, en condiciones de limitada
liberalización comercial y bajísisma movilidad
internacional de la fuerza de
trabajo. Pero aunque destaca estos rasgos en oposición a
las interpretaciones exageradas de la globalización, igualmente afirma que el
alcance planetario de las redes empresarias y financieras
convierte a la "economía informacional" en "global". Esta
conclusión contradice sus prevenciones contra el impresionismo que
prevalece en las caracterizaciones de la
mundialización.

Castells cuestiona, pero al mismo tiempo acepta,
la existencia de una estructura mundializada acabada. Lo que
rechaza a escala de la
producción y el comercio, lo
avala al nivel de la red. Reconoce la gravitación nacional
de los aranceles, los
salarios y las
políticas económicas, pero destaca
su dependencia del marco establecido por la "meta-red" mundial
dominante. Y como en su análisis la red siempre tiene
primacía subraya el predominio de la tendencia
globalizante.

Pero en este razonamiento, el autor no toma en cuenta
que la existencia de un "capital global" presupondría la
"transnacionalización" de los principales sectores de la
clase burguesa en organismos y políticas supra-nacionales
y también la desaparición (o sometimiento) de los
grupos no internacionalizados. Castells sugiere que esta nueva
estructura de poder mundial está presente en las redes,
pero no explica como funciona. Su retrato del informacionalismo
es contradictorio, porque describe la relevancia de los estados,
los ejércitos y las burocracias nacionales y al mismo
tiempo los trata como simples resabios de la "sociedad
pre-red".

En realidad, la "meta-red global" no existe, ni
existirá jamás porque el capitalismo es un sistema
económico basado en la competencia de
propietarios privados, que actúan a través de
estructuras
estatales también rivales. Si en esta concurrencia
el estado
nacional, los bloques regionales o las coaliciones imperialistas
fueran sustituidos por redes surgiría alguna forma de
competencia entre "enjambres interconectados", pero nunca una
"meta-red global" y uniforme. Una estructura homogénea de
este tipo es inviable, por la misma razón que un monopolio
no puede eternizarse en un sector y una potencia no puede
detentar la hegemonía total del mercado mundial.
Castells presenta a la red como un ámbito de competencia,
pero la describe al mismo tiempo como un área de
convergencia disciplinada de todos los capitales.

Estos dos aspectos que el autor retrata sin poder
integrar se pueden interpretar desde la lógica del
capital, como la principal contradicción de la
mundialización. Las mismas corporaciones que actúan
integradamente en espacios comunes de producción, lucran
con la vigencia de diferencias internacionales de
productividades, salarios y tasas de explotación. Obtienen
plusganancias de operar homogéneamente, en un ambiente
fraccionado de precios, tasas
de ganancias y formas de acumulación muy variables.

El informacionalismo interpreta este fenómeno en
términos funcionales como una evidencia del poderío
de la "nueva meta-red global". No observa las dificultades para
la valorización del capital, que genera la existencia de
mayores desniveles en todos los planos de la producción y
el consumo. En el
mejor de los casos, el concepto "metar-red global del capital"
destaca la existencia de un salto en la
internacionalización productiva, pero no explica las
contradicciones de este proceso. Por eso Castells puede
contraponer a la celebración neoliberal de la
globalización una crítica
moral a las
desigualdades sociales que provoca la mundialización, pero
sin esclarecer el carácter de este proceso.

EL "TRABAJO FRAGMENTADO"

Castells plantea que la red "incluye" a los trabajadores
calificados y "excluye" a los descalificados. De esta
caracterización de la "fragmentación del trabajo"
distintas visiones pos-industrialistas deducen que la
burguesía "universalizada" se está afirmando como
sujeto transformador, mientras que la clase obrera "localizada"
se está convertiendo en un agente pasivo de la sociedad.
Esta es la linea de análisis también del enfoque
"informacionalista".

Pero si la desarticulación del trabajo es el
rasgo dominante de la "sociedad-red": cual es la progresividad de
esta época ? Por un lado Castells presenta un retrato
desolador de la fractura social y por otro, describe al
informacionalismo como una superación histórica
positiva del industrialismo.

De esta dualidad surge un diagnóstico ecléctico.

El sociólogo español
describe la "desconexión" productiva de vastas regiones
del planeta, el aumento de la pobreza, la
expansión del trabajo "devaluado" en las economías
desarrolladas y el ensanchamiento de la brecha cultural que
separa a las elites educadas de los sectores alienados por el
"info-entretenimento". Pero inmediatamente agrega que la
polarización entre países ricos y pobres no es tan
grave, destaca que la oposición entre centro y periferia
tiende a atenuarse con los éxitos de los países
emergentes y precisa que la calidad y
cantidad del trabajo aumenta, a pesar de la fragmentación
social.

Castells intenta analizar estas tendencias opuestas
mediante el razonamiento tecnologista. Considera que bajo el
impacto de los flujos informáticos, la red recoge a los
ganadores y abandona a los perdedores de la nueva etapa. Pero
nunca aclara cuales son las fuerzas económicas y sociales
que guían este proceso. Si se desciende de la
mítica trama de la red a la realidad del capitalismo, la
explicación es más sencilla.

La masificación del desempleo, la
expansión de la pobreza y el
aumento de las desigualdades nacionales forman parte de un mismo
intento de recomposición de la tasa de ganancia, mediante
el aumento de la explotación. El capital se valoriza
acentuando la polarización nacional y mundial de los
ingresos y
aumentando la brecha que separa a las situaciones de bienestar y
miseria.

No hay "dos caras de la red", sino una misma
dinámica del capital. Los dos universos -que Castells ve
como fenómenos separados- están unidos por las
contradicciones que genera la reorganización capitalista.
La destrucción de empleos para abaratar los salarios
deteriora el poder de compra y termina afectando al beneficio, el
empobrecimiento de la "periferia" reduce los mercados del
"centro", la degradación del trabajo para rentabilizar la
informatización obstaculiza el avance de la productividad.
Estableciendo una partición simplista en "excluidos" e
"incluidos" de la sociedad, no se puede reconocer la presencia de
estos elementos de crisis, que socavan la estabilidad de toda la
"sociedad-red".

Como otros teóricos de la "fragmentación
del trabajo", Castells le asigna equivocadamente a un
fenómeno circunscripto de los últimas
décadas un alcance modificatorio de la estructura social
del capitalismo en el largo plazo. Omite que la
"fragmentación" es un atropello político contra las
conquistas sociales, que no ha conducido a ninguna "fractura"
definitiva de los trabajadores, ni menos aún a su
"desaparición" como clase. La propia reproducción del capital exige el
incremento sistemático de la masa de asalariados. Si se
toma en cuenta a todos los participantes de las actividades
materiales e
intelectuales
de la producción y la circulación de
mercancías, es evidente que el número de
trabajadores aumenta con el avance de la
acumulación.

Pero además, en la medida que la
explotación subsiste, no hay ninguna razón para
suponer que los vínculos de cooperación y solidaridad que
se generan en el trabajo están destinados a desaparecer.
La propia "globalización" refuerza potencialmente la
capacidad de acción
internacional conjunta de los trabajadores, al crear un nexo de
intereses comunes directos entre los asalariados de las empresas
transnacionales localizados en varios países.

Castells interpreta al revés las tendencias
sociales cuando afirma que el "capital se globaliza", mientras
que el "trabajo se fragmenta". La mundialización no
modifica el fraccionamiento estructural del capital en grupos
competidores, mientras que el mismo proceso aumenta la
cohesión objetiva en la actividad laboral y la
posibilidad subjetiva de luchas internacionalmente unificadas de
los asalariados. Esta dinámica social y política no se puede
captar, tomando como punto de partida del análisis la
división superficial entre los que "están afuera y
adentro de la red".

FLUJOS Y
ATEMPORALIDADES

Castells analiza el impacto cultural del
"informacionalismo" tomando en cuenta el efecto de la
aceleración de las comunicaciones
en el acortamiento de la importancia de las distancias
geográficas. Pero en su interpretación del
surgimiento de una nueva "cultura de la virtualidad real", no se
limita a registrar el cambio en la percepción
del tiempo y el espacio. Plantea que en la comunicación
interactiva de las redes, los flujos reemplazan a los lugares y
el tiempo aleatorio sustituye al tiempo secuencial.

Con esta visión se desliza más allá
de la caracterización cultural y sugiere que en la
"sociedad red", no solo cambia la forma de captar la temporalidad
y la espacialidad, sino también el propio tiempo y el
propio espacio. Su planteo es ambiguo, pero se aproxima
más categóricamente aquí a las concepciones
virtualistas, que identifican la aparición de un
"cyber-espacio carente de geografía e historia" con el
surgimiento de una "nueva realidad" .

En estos enfoques, la noción virtual ya no alude
a la existencia de manifestaciones latentes o deformadas de la
realidad, sino a la aparición de "otra forma de realidad",
gestada en el acto de trascender el propio entorno físico.
Castells no llega a este tipo de conclusiones y elude internarse
en las implicancias filosóficas de sus observaciones. Pero
su caracterización de la absorción del lugar por el
flujo y de la atemporalidad del tiempo está muy
próxima al virtualismo.

En estos planteos se pierde de vista que la
disolución aparente de las distancias y la
relativización supuesta del tiempo es sólo un
efecto de la experimentación informática. Con el
uso de las nuevas tecnologías resulta posible simular
movimientos en las pantallas que parecen permitir la
"construcción de otra realidad". Pero el nuevo universo no
constituye un "mundo aparte", sino que integra la realidad
objetiva y material en que actúan los hombres.

El virtualismo imagina la aparición de "otra
realidad", porque entiende que el "cyber-espacio" no solo
transforma la percepción corriente del tiempo y el
espacio, sino también las propias características
de estos dos fenómenos. No reconoce que con las nuevas
sensaciones de velocidad y distancia solo cambia la
captación de los tiempos y los lugares objetivamente
existentes. Olvida que entre la salida y la puesta del sol
continúan transcurriendo 24 horas, cualquiera sea la
intensidad de vida de los individuos. También pierde de
vista que dos ciudades continúan separadas por el mismo
número de kilómetros, cualquiera sea el
perfeccionamiento de los medios de transporte.

Lo que se indaga cuando se estudia el tiempo aletargado
y el espacio localista de un campesino
medieval es la vivencia de los sujetos. Y lo mismo ocurre cuando
se analiza la impresión de instantaneidad y acercamiento
geográfico que prevalece en la actualidad. El virtualismo
identifica estas percepciones con distintas realidades de tiempo
y espacio, suponiendo que estos parámetros carecen de
existencia objetiva y son definidos por cada individuo de
acuerdo a su propia experiencia.

Al afirmar que el lugar ha quedado absorbido por el
flujo en el universo de
las redes, Castells también plantea que en la
"sociedad-red" se modifica la naturaleza del
tiempo y del espacio. Esta impresión surge de la
circulación vertiginosa de la información entre
distintos puntos del planeta. Pero se olvida que este flujo solo
conecta artefactos definidamente localizados y es factible por la
existencia de instrumentos que se construyen y funcionan en
puntos geográficos bien delimitados. Tomando en cuenta
esta determinación se podría invertir su tesis y
afirmar que "el flujo depende del lugar". Pero el problema no
radica en definir esta jerarquía, sino en aceptar la
diferencia existente entre la percepción subjetiva y la
dimensión objetiva del espacio.

Lo mismo ocurre con la suposición que el "tiempo
atemporal" reemplaza a la secuencialidad cronológica en el
laberinto de la red. La modificación de la
sensación de instantaneidad no equivale a la
transformación del tiempo, ya que ninguna conexión
comunicativa entre dos ciudades elimina la falta de coincidencia
del amanecer de una con el anochecer de la otra.

Confundir la nueva captación del tiempo y el
espacio con el predominio de los flujos y la disolución de
la temporalidad cronológica revela el predominio de una
visión fetichizada de la sociedad por el mandato de la
red.

CAMBIOS Y
PERMANENCIAS

EL texto de
Castells es un gran intento de interpretación de la
sociedad actual. Se propone indagar los rasgos novedosos del
capitalismo contemporáneo, pero no refiere esta
explicación a los principios y leyes centrales de este
régimen social y esta falla metodológica conspira
contra los aportes de la obra. Su visión de los cambios
del capitalismo está desconectada de los fundamentos
básicos de este modo de producción.

Al utilizar criterios pos-industrialistas que ignoran
las leyes básicas del capital, el autor no puede
caracterizar qué se modifica en el capitalismo, en
función de los elementos de perduración de este
sistema.

Ignora leyes básicas del capitalismo como la
formación objetiva del valor, la extracción de
plusvalía, la acumulación de capital, su
reproducción creciente y la desarticulación
periódica de la acumulación a través de
crisis de realización y valorización. Desconoce
principios centrales del modo de producción vigente como
es su funcionamiento a través de regímenes
políticos controlados por clases dominantes. El poder de
estos grupos deriva de su propiedad de los medios de
producción y sus beneficios provienen de la
explotación del trabajo asalariado. No hay forma de
actualizar la comprensión del capitalismo desechando estos
fundamentos.

Castells destaca la importancia de la noción de
red a partir del impacto creado por la informatización.
Pero en lugar de analizar cómo la revolución
tecnológica incide en la reorganización y en la
crisis del capitalismo tardío, se embarca en desmenuzar
una "lógica de la interconexión" inspirada en el
determinismo tecnológico. Detecta correctamente la
relevancia actual de la información y del conocimiento,
pero considera equivocadamente que sustituyen a la propiedad como
fuente de
poder. Por ello no puede captar los nuevos conflictos
generados por la mercantilización y socialización de estos recursos.

Castells resalta el papel de las "redes financieras",
pero sin asociarlas con la autonomización creciente del
capital especulativo. Retrata la integración de las "empresas-red" en la
estructura mundial de las corporaciones, pero no estudia los
efectos de este cambio sobre la forma de acumulación del
capital. Identifica el salto que se registra en la
internacionalización de la economía con la constitución de una "meta-red global del
capital", pero ignora las contradicciones que aparecen en la
nueva estructura económica fraccionada y socialmente
polarizada del capitalismo actual. Analiza la
"fragmentación del trabajo", pero desconecta la
"exclusión" de la ofensiva política reaccionaria de
las últimas décadas y en lugar de notar que la
mundialización fortalece potencialmente a la clase
trabajadora, considera que este sector se debilita
definitivamente. Castells detalla el surgimiento de nuevas formas
culturales, pero derivando estas características de una
interpretación virtualista de la lógica temporal y
espacial contemporánea. La sustitución del
análisis de las relaciones sociales por el estudio
tecnologista de las conexiones que se establecen en la red es el
principal obstáculo que enfrenta su texto, para dar cuenta
de la realidad contemporánea.

El mensaje general del texto no es celebratorio, pero
tampoco crítico del curso actual de la sociedad. Castells
solo es categórico en diagnosticar la inevitabilidad del
"informacionalismo". Por eso ve a la "flexibilización
laboral", como un resultado inexorable de la
multiplicación de las "empresas-red" y pronostica que las
guerras
sangrientas continuarán como espectáculos
televisivos de la "sociedad-red". Esta ausencia de alternativas
es la conclusión fatalista de una visión
desencantada del mundo y muy escéptica de la capacidad del
hombre para
transformarlo. El tecnologismo alimenta la desesperanza y provoca
el gran enredo intelectual de observar al capitalismo como una
sociedad regida por las fuerzas oscuras de la red.

Revista Voces y
Culturas, n 14, segundo semestre 1998, Barcelona.11)

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Diciembre de 1998

 

 

 

Autor:

Claudio Katz

Economista, profesor de la
Universidad de Buenos Aires e
investigador del CONICET

URL: http://katz.lahaine.org

Partes: 1, 2
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